Eran las 9:30 am en una mañana que prometía ser como cualquier otra de formación de equipos comerciales. Solo que en este caso estaba en un polígono industrial a las afueras de Barcelona.
Y ahí estaba yo, frente a la puerta de la sala de formación.
Al entrar, mi primera sorpresa: no había proyector, ni pizarra.
“Cojonudo, pensé… empezamos de puta madre”.
Hasta aquí más o menos. Al final se resolvió, aunque ya te daba pistas de como iba ser la mañana.
Pero, la anécdota que marcó el día, llegó de la mano de uno de los comerciales. Nada más entrar, un tío cincuentón, recio, con barba, se me acercó con cara de resignación, y me pregunta:
«¿Habrá que leer mucho?
Es para saber si necesito ir a por mis gafas al coche o no».
Pues no era para haberle dao dos hostias ná más empezar. 👋😆
Bien.
Esta anécdota, que podría parecer trivial, es en realidad un reflejo de un problema mucho más profundo en el ámbito de las formaciones empresariales.
Especialmente aquellas dirigidas a equipos comerciales.
A menudo, estas sesiones formativas se organizan con la mejor de las intenciones: incrementar las ventas, mejorar las estrategias comerciales, optimizar los procesos, etc.
Sin embargo, se olvida un componente crucial:
La actitud y predisposición del equipo a estas formaciones “obligadas”.
En mi experiencia, cuando las empresas contratan este tipo de formaciones y envían a sus vendedores con un simple, «tal día tenéis formación en ventas», sin involucrarles en el proceso formativo o sin venderles la idea de la formación primero, se suele generar un ambiente contraproducente.
Porque si los asistentes están allí por obligación, la batalla está medio perdida antes de empezar.
Por eso, en mi caso y en cada formación que imparto, me esfuerzo por entender cuales son los problemas e involucrar al equipo desde el principio.
O capto la atención y el interés real de los asistentes, con una mezcla de humor, pragmatismo y sobre todo que me identifiquen como uno más de su equipo, o estás jodido amigo.
Pero mira, la realidad es que aunque estos esfuerzos individuales son importantes, la verdadera clave del éxito reside en la actitud de la empresa hacia la formación.
Las empresas deben entender que no basta con contratar un formador y esperar resultados mágicos.
Deben vender la formación a su equipo, generar expectativas, motivación y, lo más importante, demostrar que están invirtiendo en ellos no solo como empleados, sino como profesionales y personas.
Por tanto, ¿cómo podemos cambiar esta dinámica y convertir cada formación en una herramienta de crecimiento efectiva y deseada por los equipos comerciales?
La respuesta es simple: comunicación, participación y compromiso.
Las empresas deben comunicar el valor de estas formaciones, involucrar al equipo en su diseño y comprometerse con el desarrollo de sus empleados.
Si no es así, las formaciones generan un simple efecto espuma que no vale «pa ná».
Así que si has leído hasta aquí, eres Ceo o responsable comercial y te estás planteando una formación para tu equipo comercial, cúrratelo un poquito más, coño. 😉
Aunque también tienes otra posibilidad, que la planteemos juntos. Eso estaría de puta madre.
A un clic estoy. Fíjate si es fácil.
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Este soy yo 👉 Antonio Sánchez Martí
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